La obesidad no es solo un problema físico. Se trata también de una enfermedad que afecta a nuestro estado de ánimo, a la percepción que tenemos de nosotras mismo y nuestro autoestima. Para averiguar más sobre cómo se sienten las personas que padecen este problema.
La obesidad está catalogada como una epidemia. La Organización Mundial de la Salud así la considera y así la aborda en sus políticas educativas y preventivas a nivel global, como no podía ser de otra manera. Llegan cifras y datos alarmantes del incremento del número de personas que sufren sus consecuencias en en todo el Planeta.
Los números sorprenden y preocupan. En definitiva, se contempla el problema desde una perspectiva global y pocas veces nos paramos a pensar a nivel individual en aquellos que viven una terrible lucha diaria con la báscula.
Estar gordo supone un problema serio de salud tal y como puede revelar cualquier analítica. Significa ser propenso a padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes, colesterol, hiperlipemia y otros trastornos físicos. Por supuesto, dificultades en la movilidad, dolores en las articulaciones, problemas de columna, sofocos…Todo esto lo sabemos, lo leemos a diario y lo escuchamos en radio y televisión, también, claro, en las consultas médicas. Pero, ¿cómo es el día a día de una persona obesa?
Estas personas padecen graves problemas de autoestima y confección de la propia imagen personal, máxime hoy en una sociedad en la que todo lo relativo a la apariencia está sobrevalorado. Por ejemplo, según explica la experta, las personas son aceptadas en las redes sociales, en gran medida por la imagen que reflejan. Aunque algunas tendencias hablen de mujeres curvys, o moda XXL, lo cierto es que para la mujer, siempre esclava de su físico, el ser tener sobrepeso es una condena en un mundo en el que el modelo a seguir es no tener un ápice de grasa.
Cuando una persona incrementa su peso de manera significativa, por los motivos que sea (malos hábitos de alimentación, vida sedentaria, herencia genética ) se entristece, se desilusiona, se deprime porque su realidad se ve reducida en cuanto a posibilidades de tener pareja, de tener amigos, de ser aceptado socialmente, en definitiva. En muchas ocasiones, ese estado de ánimo depresivo le hace comer más, por ansiedad, por buscar una recompensa fácil, y se inicia un círculo vicioso que no se rompe fácilmente.
Muchos pacientes que acuden a la clínica para someterse a una intervención de cirugía bariátrica se debaten entre emociones de ‘esperanza’ de perder peso con la técnica y lograr una figura bonita cuanto antes y los ‘miedos’ a los posibles efectos secundarios, y, sobre todo, al fracaso. Son personas que han intentado una y otra vez dietas de todo tipo y no lo han conseguido. Sin embargo, en este caso, la cirugía de reducción de estómago, supone para ellos un salvavidas, puesto que va acompañada de una reeducación alimenticia, y una pauta de ejercicio diario y, sobre todo, del seguimiento psicológico, tan importante en este tipo de casos.
Fuente: enfemenino.com
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