Un nuevo estudio destaca la importancia de la historia del peso corporal sobre la esperanza de vida. La esperanza de vida aumenta más de 40 años en un siglo
La esperanza de vida de un fumador es más baja que la de un no fumador del mismo modo que una persona obesa tiene una tasa de mortalidad más alta que una delgada. Para saber la esperanza de vida de alguien que no fuma, hay que tener en cuenta si nunca lo ha hecho o si lo ha dejado. Un nuevo estudio asegura que con las personas delgadas pasa igual: para conocer su riesgo de mortalidad es necesario saber si siempre han sido delgadas o si alguna vez fueron obesas y han perdido peso.
Al contrario de lo que la mayoría de investigaciones ha demostrado hasta el momento, las personas que pierden peso tienen una tasa de mortalidad más alta que las que mantienen su índice de masa corporal estable, aunque sea alto. Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de las universidades de Boston y Filadelfia (EE UU), en un estudio publicado recientemente en la revista PNAS.
Para descubrir este dato, el estudio ha comparado distintos modelos que miden el Índice de Masa Corporal (IMC) y la esperanza de vida. El que menos acertó utilizaba solo datos de peso tomados en un único momento. Es el que se ha utilizado en la mayoría de los estudios que relacionan obesidad y muerte hasta ahora.
Como consecuencia, generalmente no se distingue entre los individuos delgados que nunca engordaron y aquellos que un día fueron obesos y ya no lo son. No se tienen en cuenta cambios en el peso a lo largo de la vida, que podrían estar potencialmente relacionados con la enfermedad y la mortalidad, según los investigadores.
Así, Andrew Stokes y Samuel Preston, los dos autores principales, llegaron a la conclusión de que el riesgo de mortalidad está fuertemente asociado con la historia del peso corporal. Para ello, añadieron el dato del peso máximo a la única medida del IMC utilizada hasta ese momento. Con esto, podían saber si esa persona siempre ha estado en ese peso, si ha adelgazado o si ha engordado.
Al analizar los datos, descubrieron que las personas que dijeron haber adelgazado tenían una tasa de mortalidad más alta. Los investigadores atribuyen esto a la enfermedad: «El sobrepeso puede causar enfermedades graves que conlleven disminución de peso y, finalmente, la muerte. Pueden sufrir dolencias del corazón y pulmonares o cáncer», explica Stokes.
En la investigación, los autores no han distinguido entre la pérdida de peso voluntaria o la que es consecuencia de alguna dolencia. Pero, teniendo en cuenta las edades de las personas estudiadas, se decantan por la segunda opción. “Nuestros análisis en diabetes y enfermedades cardiovasculares señalan que las personas que adelgazan sufren más ambas dolencias que aquellos que se mantienen en la categoría de obesos”.
Los autores obtuvieron datos sobre el índice de masa corporal de más de 6.000 estadounidenses de entre 50 y 74 años desde 1988 a 2010 y los datos de mortalidad de los registros que hay desde 2011. Entre los individuos que tenían un peso normal (18.5-25 kg/m2) en el momento de la medida, aquellos que habían estado más gordos tenían un rango de mortalidad mayor que aquellos que nunca habían cambiado de peso. Estas conclusiones podrían tener serias implicaciones en el futuro de la esperanza de vida.
Fuente: elpais.com
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