Es común pensar que para adelgazar hay que comer poco y que un buen modo de lograrlo es saltarse el desayuno. Pero sin desayunar, también es fácil sentirse flojo, y ello puede desincentivar salir a pasear o dedicar la mañana a alguna otra clase de ocio rico en actividad física. Luego llega el mediodía, y el hambre acumulada puede propiciar darse un atracón, en el cual la persona acaba recuperando lo que no comió en el desayuno y que además le provoca el típico sopor que sigue a toda comilona y desincentiva de nuevo la actividad física.
En resumen, la persona no hace ejercicio por la mañana por no haber comido, y no lo hace por la tarde por haber comido demasiado. El resultado es que haber omitido el desayuno no le ha servido para combatir los kilos extra, ya que al final ha comido lo mismo, y además ha perdido la oportunidad de hacer ejercicio físico, que de por sí aporta beneficios para la salud.
Esta teoría, asumida por bastante gente y aparentemente amparada por el sentido común, se ha confirmado en una investigación reciente a cargo del equipo de los doctores Enhad Chowdhury y James Betts, de la Universidad de Bath en el Reino Unido: desayunar hace que las personas obesas sean más activas.
El estudio analizó las conexiones entre el desayuno y la salud para personas clasificadas como obesas, comparando los resultados de un grupo que ayunaba con otro que desayunaba.
Desayunar no hizo que las personas obesas perdieran peso pero sí supuso para ellas una mayor actividad física durante la mañana y un consumo inferior de comida posteriormente (lo que significa que ambos grupos comieron en total cantidades similares pero uno hizo más ejercicio que el otro).
Incrementar la actividad física es una de las formas más importantes de mejorar la salud en nuestra población cada vez más sedentaria, así que los investigadores sugieren que no saltarse el desayuno podría ser una buena estrategia para ayudar a alcanzar esa meta.
Fuente: noticiasdelaciencia.com
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